El Negreo tiene muchas cuentas pendientes - Crónica de los 10.000 del Soplao
Allá vamos Campurrianos, sentenciando y parafraseando con una frase, que no es
mía, a definir lo que fue un increíble fin de semana en Cabezón de la
Sal.
Y es que el fin de semana empezó hace mucho, probablemente
hace justo un año, en aquel preciso instante que cruzamos la meta del Soplao
2.016 y donde inmediatamente nos comprometimos con nosotros mismos a repetir la
experiencia vivida en Cantabria.
Y es que el que escribe, ha
comprendido mejor que nunca y por circunstancias obvias, que el Soplao es mucho
más que la experiencia épica de superar el reto de 165 kilómetros y 4.800 metros
de desnivel acumulado que plantea el infierno Cántabro, un reto hecho a la
medida de muy pocos, donde el mantel que envuelve a la prueba, sea por las
gentes de toda la zona, por la excelsa organización o por la humanidad propuesta
por los cerca de 10.000 participantes y todas sus familias, hacen que la prueba
sea un dato más, del exuberante planteamiento que se produce en Cabezón de la
Sal a finales de Mayo desde hace ya 11 años.
Y es que el que no
haya ido allí, nunca podrá comprender lo que estoy escribiendo, nunca podrá
sentir el calor que la humanidad hace fluir por todos los rincones de la prueba
y de los rincones de Cantabría, nunca podrán percibir, cómo a través de una
prueba que comenzó siendo de MTB, se ha construido una parte del folclore
Cántabro, se ha escrito una página más en el libro de la cultura popular de
Cantabria, se ha expresado - con mucha belleza y originalidad - lo pequeño que
es el ser humano cuando se enfrenta a la naturaleza, su entorno
natural.
Y con toda naturalidad, comenzó la expedición
Campurriana dirección hacia su gentilicio (de Campoo, son los Campurrianos, los
de las galletas); unos con sus familias a cuestas, algunos hasta con la bici
desmontada, otros en furgoneta y con la música a tope y otros con contratiempos
de última hora en su coche.
Y es que de contratiempos estuvo el
fin de semana plagado; véase el pinchazo que a modo de clavo clavado en la rueda
del coche, impedía a Jaime y a su Hermana poder llegar a una hora decente a
Cabezón, ya que el tiempo de la reparación, esfumó cualquier esperanza de poder
sumarse a la cena que la familia Campurriana, iba a montar en uno de los
restaurantes que coronan el escenario y meta de la prueba; allí donde en medio
de la cena, salón que está situado en el comedor de la primera planta, saltas de
la mesa con total naturalidad para irte corriendo a las ventanas, para ver el
espectáculo que a modo de danzas populares, nos muestra "La danza de Ibio",
baile tradicional cántabro de origen guerrero, que a golpe de ritmo y con una
inmejorable performance, nos hipnotiza y nos induce en un ambiente bélico y
apasionante a partes iguales. Mirad este vídeo, quedaros con la melodía pegadiza
y ahora imaginaros como se te pone la piel de gallina, cuando la escenificación
de los guerreros Cántabros te muestra, cómo te recibe Cantabria con su mejor
vestido de gala - su historia y su cultura -, saludándote con honor antes de la
batalla, a todos los valientes que han tenido la decisión de visitar y aceptar
el reto que propone esta noble tierra. Esto es toda una expresión de arte, que
me recuerda por ejemplo al saludo que en artes marciales se realiza antes de la
batalla, donde dos contrincantes bajan la cabeza en señal de respeto y
humillación, antes de comenzar el combate. Puro arte en Cabezón de la Sal, con
nosotros mirando por las ventanas, con el tiempo detenido, con la música de la
danza clavada en nuestro espíritu, momento que aprovecha la organización, para
rendir todos los honores dando el pistoletazo de salida a los participantes de
la Ultraman. Todo un espectáculo lleno de magia, la magia que se
podía ver reflejada en los ojos de Fran, ojos que proyectaban que la primera vez
que se hace el Soplao, el evento en tan desbordante, que las emociones son
incontrolables, que las vibraciones de todo lo que te envuelve, te superan y que
por más que todo el mundo te invite a guardar la calma, eso no está a la altura
de la humanidad. Impresionante.
https://youtu.be/E1XQ_A7572c
Y
así nos despedimos esa noche, con el veneno corriendo por las venas, corriendo a
descansar cuanto pudiéramos, para afrontar la dura jornada que se abriría pronto
en la mañana del sábado.
Y vaya mañana, tras una noche dura,
llena de nervios, llena de dudas, llena de promesas, llena de suspiros, llena
de ruegos y seguro que llena de algunas lamentaciones, llegamos todos a Cabezón
de la Sal, con el cielo completamente nublado, recibiendo alguna pequeña gota y
sumergiéndonos en un mar de dudas y de muchos miedos, allí donde la cara de los
4.800 ciclistas que tomarían la salida de la prueba, reflejaban la misma señal
de miedo al significado inequívoco del Infierno de Cantabria.
Y
más que miedo, estábamos acojonados, comenzó a llover semifuerte a 10 minutos de
la salida, justo en ese momento que ya no puedes ir al coche para modificar tu
equipamiento, justo en ese instante que parece de todo menos casual, ya que
parecía que los Dioses Cántabros nos recibían con su primer golpe del combate,
un directo en forma de mala climatología, que parecía se iba a mantener, las 14
horas de media que tardarían en completar los ciclistas que acabaran la inmensa
ruta.
Y lo que fue inmensa fue la alegría que nos fuimos
llevando a lo largo de la prueba, ya que la lluvia no volvió a aparecer, dejando
nubes y claros y algo de frío, pero también calor, que nos envolvió desde el
cielo de Cantabria.
Y es que a pesar de que no parábamos de
mirar al cielo, no perdíamos la atención en la tierra. Al principio, si sales
tarde, sueles tener muchos problemas para encontrar ciclistas de tu "nivel o
estado de forma", lo cual te obliga a rodar muy pendiente de los demás para
intentar esquivarlos y para progresar hacia espacios menos congestionados que
permitan disfrutar más del ciclismo y del entorno natural.
Y así
rodamos "el monje", ¨Terminator¨ y un servidor. Toda la prueba pasando a
ciclistas subiendo y aprovechando las bajadas para dejar atrás a pelotones
inmensos de personas que disfrutaban del recorrido con un poquito menos de brío,
pero con igual pasión y buen humor. También nos preguntábamos dónde estaría Fran
y su amigo y si seríamos capaces de alcanzarles en algún momento de la prueba;
sin olvidar tampoco nuestros comentarios sobre si Jorge y su Yeti estarían a la
altura de su apuesta.
Y es que lo que nadie podría apostar, es
que en esta prueba nos acompañaría un Monje disfrazado de Iván y no a la
inversa. Aquí mi querido e inseparable amigo, se entocinó con no quitarse la
chaqueta Campurriana (todo un romántico) y cuando azotó el calor, iba entocinado
mirando cabizbajo el manillar, sin hablar, sin reírse, sin cantar,
deshidratándose poco a poco y sin entrar en su estado de plenitud habitual.
Menos mal que como a él le sobra mucho y gracias a su inmenso estado de forma,
no cayó en una deshidratación mayor y pudo completar, sin
pestañear, los primeros 90 kilómetros de la prueba. Todo un Monje de clausura, que parecía estar en recogimiento y
oración interna, pidiendo por todos nosotros. Menudo calamar, las risas de Jaime
y mías las podéis imaginar. A esto, para ponerle más sorna al tema, a mi querido
Terminator le dio por llevar puesto todo el tiempo, su móvil con temazos ¨dance¨ y
con el altavoz a todo meter; íbamos cantando y mofándonos del silencio
espiritual, que Iván llevaba en su clausura auto impuesta.
Pero
claro, en el Soplao todo es temporal, en "n" horas sobre la bici, da tiempo a
muchos altibajos, a cambios de actitud y de moral. Parece que las vertiginosas
bajadas de mis dos amigos, terminaron de activar el espíritu del Monje,
metamorfoseando en el guerrero ninja habitual, siendo incluso capaz de tener que
esperar a Jaime, (que se conformó yendo con su Trek de Enduro - animal -) unos
minutos tras subir el Negreo. Pura dinamita de pareja.
Pues así,
con el espíritu renovado y con el tridente intacto en lo físico y moral, dejamos
atrás los primeros 2.000 metros de desnivel tras las duras rampas del monte AA y
del technomusic de El Moral.
Y es que hubo mucho technomusic
subiendo y bajando, pero increíblemente también lo hubo en los avituallamientos,
donde recordando uno de los mejores momentos del Tietar, nos pusimos a bailar un
buen rato, mientras hincábamos el diente a los bocadillos de jamón y mixtos que,
con mucho cariño, nos ofrecían las voluntarias del lugar.
Y es
que de los voluntarios también tengo que hablar. Es habitual encontrarse en las
marchas de ciclismo a gente agradable y servicial, pero lo que no es habitual es
encontrarse a familias enteras apoyando más de 18 horas seguidas a los
participantes de una prueba. Y para muestra un botón, cuando me tocó abandonar,
estuve 2 horas esperando en un avituallamiento para que me llevaran hasta
Cabezón de la Sal, en ese tiempo, tuve la oportunidad de vivir muchas
experiencias, entre ellas, conocí a Mar, la responsable de quedarse con mi
bicicleta hasta que llegara el coche escoba, la cual lleva 11 años preparando el
Soplao, pero no sola, son 4 en la familia y los 4 llevan trabajando para el
Soplao desde su inicio. Cuando le reconocí el esfuerzo que hacen el día de la prueba,
me respondió, que no me equivocara, que el esfuerzo es 365 días al año, que en
Cabezón de la Sal, las innumerables personas que trabajan y colaborarn para que el Sopalo
mejore año tras años, están todos los días del año en contacto, reuniéndose y
puliendo cada detalle. Me puso un ejemplo tonto para explicarme el lujo del
detalle. En ese avituallamiento, dan pan con nocilla. Pues el año pasado no
tenían cuchillos de metal para untar bien los panes, pues fue una de las mil
cosas que apuntaron para mejorar. Una pasada de persona, que me tranquilizó para
dejar mi bici en sus manos, me dijo que si podía me la bajaba ella, pero que con
seguridad el coche escoba se la llevaría; que incluso me ofreció su ayuda
familiar por si tardaban mucho en bajarme, para que estuviera cuanto antes en
Cabezón de la Sal. Inolvidable. Muy agradecido. Cuanta falta hace que te arropen
cuando estás roto, ellos lo saben, comparten tus alegrías, te ayudan a continuar
y cuando no puedes, te sientes como en casa. Muchas gracias, de
corazón.
Y es que el corazón iba a tope, antes de abandonar,
subimos la principal rampa del día hacia Barcena de la Mayor, aquella que
determina cuando se corona, si vas a poder terminar el Soplao y en que
condiciones. Pues una vez más, a pesar de la dureza del envite, de sufrir y
mucho en la interminable subida, no paramos de pasar ciclistas subiendo, nos
encontrábamos fenomenal. Son 1.000 metros de desnivel en una subida que se va a
más de una hora. Muy exigente, abrumadora, puñetera porque piensas que has
acabado cuando coronas una loma, pero aún queda casi la mitad...
Inolvidable.
Y allí, en la corona, me esperaban mis dos
imponentes amigos, que me dieron 2 minutos para llenar el bidón y comenzar a
bajar el rapidísimo descenso que para mi fue la última parte divertida del día.
Muy divertida diría yo. Si Garmin tiene datos correctos, mi punta de máxima se
fue a más de 84 kilometros por hora. En la mitad de la bajada, lo acojonante, es
que perdí nuevamente a mis dos compañeros porque ellos iban más rápidos que yo.
Increíble.
Pues así, con la adrenalina disparada, con algún
ciclista asustado (MIL DISCULPAS) por la velocidad a la que íbamos descendiendo,
mi montura quiso decir ADIOS. Ya lo sabéis, rotura de trinquetes. Aún así,
fuimos andando 5 kilómetros con la esperanza que en el siguiente avituallamiento
encontráramos un punto de asistencia técnica. Otros años allí lo hubo, esta vez
no hubo suerte, pero tampoco habrían podido hacer nada por mi.
Y
quien si quería hacer algo por mi, fueron mis dos queridos amigos. Jaime
preguntaba sin cesar a todo el mundo por si tenían una cuerda, porque el animal
quería atar a sus bicis una cuerda y tirar de mi 62 kilómetros. Uno de
protección civil casi se la da - jajaja -. E Iván, me decía que si yo abandona, ellos
abandonaban. Muchas gracias amigos, tardé medio minuto en razonarles, que mi
fiesta se había acabado, pero que ellos debían seguir para conquistar de nuevo el
cielo de Cantabria.
Y henos allí, con el sabor del abandono en
la garganta, con el cabreo de saber que si todo hubiera ido normal, la
experiencia habría sido mucho mejor que el año anterior, pero con la
tranquilidad que la madurez te otorga para comprender, que por mucho que
queramos, no podemos controlar muchos factores que están al
azar.
Y aquí comenzó un nuevo Soplao para mi. Imaginad, ¿qué
hago 2-4 horas hasta que me puedan bajar? Y mi bici, ¿la dejo aquí?. A todo
esto, aún estaban pasando muchísimos ciclistas, venían de 50 en 50 al
avituallamiento, todos los voluntarios, protección civil y médicos trabajando
sin cesar.
Pues aquí tengo que subrayar otro de los motivos
fundamentales por los que hay que ir al Soplao. La humanidad. De verdad, esto no
lo he visto en ningún lado. La gente se transforma y ofrece su mejor versión en
esta prueba. Por ejemplo, Juanjo, uno de los chicos de protección civil, con el
Walkie en la mano, ayudando a todo kiski que se paraba a preguntarle algo, con
todo el curro que tenía, venía de vez en cuando a mi lado (yo parecía una
estatua esperando) para animarme, para decirme frases como ¨campeón, si seguro
que esta mañana en la salida te habías cagado con el tiempo, si llega a llover,
no habrías hecho ni 50 kilómetros, así que date con un canto en los dientes que
te has cascado 100 kilómetros hoy aquí con un clima cojonudo¨. Muchas gracias
por todo. Él mismo, me gestionó mi vehículo de bajada. Me bajaron en la
ambulancia. Esta es buena. Yo, que iba cagándome en todo, protestando conmigo
mismo, me voy a la ambulancia a contar mis penas a quien estuviera ahí metido y
cuando abro la puerta, me encuentro que la ambulancia está llena de
accidentados. ¡Madre mía!, menudos hostiones, eso parecía el rincón de los
horrores. Se me quitaron las tonterías, rápido. Pues ahí metido, pasaron muchas
cosas. Uno de los accidentados, casco roto, aposito cubriéndole media cara y ojo
hinchadísimo con su consiguiente moratón de rugby, me dijo que era su tercer
Soplao y que en el lugar de su hostia, pero sin tener nada que ver, había otro
corredor que no conocía, que había roto su potencia, pero que estaba
razonablemente bien físicamente, que le vio muy dolido porque era su primera
Soplao y no iba a poder terminarlo. Pues sin conocerle de nada, le ofreció su
pepino de más de 4.000 euros y le dijo que si quería terminar, le dejaba la
bici. Pues así fue, el desconocido aceptó la propuesta, le dejó su DNI, le dejó
su número de teléfono y se hicieron una foto con la bici. A las 22:00 horas me
encontré de nuevo con el accidentado que dejó la bici. El que la aceptó, terminó
el Soplao y le devolvió ipso facto su montura. Esto solo puede pasar en el
Soplao.
Y allí, en la ambulancia, el señor que nos llevó, nos
contó que lleva 11 años asistiendo al Soplao, que se lleva la comida (por
supuesto, nos la ofreció) para todo el día en la ambulancia para ni siquiera
coger nada del avituallamiento. Él nos contó que existen 4 perfiles de personas
que afrontan el Soplao: los pros que van a competir, los que están en buena
forma y van a disfrutar, los descerebrados que entrenando un día a la semana se
van a intentar un reto que no está a la altura de sus posibilidad y los ingenuos
y casi suicidas que se apuntan sin saber qué están haciendo. Nos contó que son
cientos de personas las que acaban con graves problemas por estar en medio de
algo que nunca entendieron, que el, que monta en bici de vez en cuando, jamás se
le ha ocurrido ni empezar la prueba. Debe saber algo este señor, para también
contarnos, que existen 3 reconocimientos en el Soplao: Oro, Plata y Bronce. Pues la gente, aún así, intenta lo que no está escrito para intentar
acabar. Os pongo el ejemplo, que estando en la ambulancia, tras más de 9 horas
de comenzar el Soplao, les comunicaron que una señora y otro chaval se habían
caído en el Monte AA, ¡que están en los primeros 40 kilómetros de la prueba!
Impagable la labor de todos estos profesionales, que no dejan de velar por la
salud de todos los apuntados.
Y es que este Soplao dio para
mucho y dio para todos. Mil experiecias más que recordar. Un ciclista disfrazado
(como las mascotas que salen en el intermedio de los partidos de la NBA) de
cerveza, que iba con una musiquilla de coña animando a todo el mundo que ciclaba
a su alrededor, la familia de las gominolas, un ciclista que me gritó a 15
metros, que se me había caído el Garmin… GRACIAS. Son tantas, que podría pasar
escribiendo más de una hora más para reflejar lo que se vive alrededor de
Cabezón de la Sal.
Y es que desde aquí, quiero felicitar a todos
los Campurrianos que consiguieron acabar la carrera. Sois grandes. Esto es como
ganar la Champion, ya podéis decir que tenéis esta experiencia en vuestro haber
o que la habéis conseguido repetir y completar de nuevo. Para nadie ha sido
fácil. Algunos tuvieron que montar la bici antes de la salida, otros tuvieron
graves problemas en sus cubiertas obligando a meter más de 4 bombonas para
sellar varios pinchazos, otros pasaron las de Cain con las pinzas de freno y
todos pagaron el duro peaje del esfuerzo inhumano necesario para conquistar los
10.000 del Soplao. Tampoco me quiero olvidar de otros amigos, como Rubén Maillo, que
supieron completar con éxito una vez más este semejante reto,
felicidades. Me alegro por todos vosotros, de corazón.
Y como el
corazón palpita y mucho tras este maravilloso fin de semana que pasamos con
amigos, familia, en Cabezón de la Sal, en Comillas, en San Vicente de la
Barquera, donde sea y con quien hayamos decidido compartir esta experiencia,
tras todo este lujo, quiero dar las gracias en primer lugar a mi familia, por
apoyarme en todo lo que hago, gane o aprenda, vaya más rápido o más tranquilo,
sin vosotros y vuestro apoyo, nada habría sido posible. También agradeceros a
todos los Campurrianos vuestro apoyo, tanto en las bien dadas, como en las
malas, vuestro ánimo siempre nos acompaña. Dar las gracias a los que nos
enseñasteis este paraíso y este año no habéis podido estar a nuestro lado. Y en
general, a todos vosotros, que al fin y al cabo sois los compañeros con los que
comparto este deporte y de los que aprendo. Sin vuestra compañía, sin vuestros
consejos, nada de esto tampoco habría sido posible. Gracias.
Y
con una gran experiencia a mis espaldas y con una muesca más en el revolver, me
despido parafraseando al conductor de la ambulancia que me llevó y me explicó,
que cada año, sean los pro que petan en el final de la prueba y se ven superados
por otros participantes, sean los preparados que no van como querían y hacen pie, y sobre
todo, los que no consiguen acabar y se retiran por lo que fuere, me dijo, no te
preocupes, que hay muchos cientos que como tu, se han quedado en la base de la
última gran batalla del día, a los pies del Negreo, el monte que en su haber,
tiene muchas cuentas pendientes.
Otros Campurrianos tiraron a la Morcuera
Y nuestro Nacho se tiro para hacer la Titan de la mancha.
Como bien sabéis, son tantas las pruebas y marchas que se realizan en este país
que tienes para escoger la que quieras y en este caso me resultó difícil por
coincidir con El Soplao, pero aposté por lo inédito y desconocido para mi
la
" Titan Villuercas".
Jesús del Nero, uno de los mejores biker
del país en un Twitter la había calificado como " Grande entre las grandes"
Si analizamos estas dos palabras, Titan= persona de excepcional fuerza.
Villuercas=Región situada entre los ríos Tajo y Guadiana, orografía
montañosa (doy fe de ello) cuya altura máxima es el Pico Villuercas 1.600m. En
la provincia de Cáceres, siendo Logrosan su capital.
Podía suponer que se
necesitaría mucha fuerza para superar esa orografía.
Allí nos presentamos
unos 1600 aspirantes a "Titanes", dispuestos a superar esos 115 km y casi 3.200m
de D+, partimos juntos como un gran Ejército y volvimos como pudimos cada uno
con su desgaste y con su mochila cargada de anécdotas, recuerdos, heridas y
aventuras. En realidad estas marchas se resumen en aventuras!!
Como es nueva
para mi la afronto con mucha precaución y dosificando esfuerzos para evitar
sorpresas aun que es evidente que en estas marchas te exprimes un poco más de lo q
debieras.
Por hablaros de algunos tramos que recuerdo después del ascenso a
Los Lunares, primera bajada técnica por trialera a Berzocana, otra subida a la
localidad de Navezuelas, continúa subiendo hacia Onceno por un tramo duro duro y
complicado, no queda más remedio que utilizar la técnica del empujabike durante
un buen tramo😢😢, se enlazan continuas subidas y bajadas que exigen las
primeras fuerza y las otras concentración y decisión, tienen tramos muy
divertidos y otros que entrañan más que peligro, la buena señalización de los
tramos hace q vayas tomando precauciones, como divertidas recuerdo la que baja a
Guadalupe y el descenso al desfiladero del Ruecas, complicadas el melonar de los
frailes y la del paso canadiense, donde doy con mis huesos contra el suelo, me
levanto y sigo avanzando " quiero ser titan" y mi destino es Logrosan...no
entramos en Guadalupe( preciosa localidad cacereña y patrimonio de la humanidad)
y bordeando un pantano llegamos a Cañamero otro pueblo de esta zona y último
por el que pasa la ruta, todavía afrontamos en esta localidad una rampa corta
pero intensísima (rampon) lo mas difícil ha concluido restan toboganes
rompepiernas para conseguir el ansiado título de "TITAN"
Llegas a meta después
de rodar por la Via verde y salir al asfalto para afrontar un ultimo km lleno
de emoción por todo lo acontecido dando gracias de haber podido culminar otra
jornada épica de puro MTB!!!
Como reflexión ahí os dejo una frase para
cualquier circunstancia y la que a mi me empujó a esta aventura
" Si emociona
pensarlo, imagínate hacerlo"
Paulo Coelho.