¡El mundo de los Campurrianos!
Así
empezamos Campurrianos, con celo y cierto toque de identidad, a definir nuestra
estupenda jornada matinal del Sábado por
Cercedilla y sus alrededores.
Y es que el día prometía. Hoy hemos
conseguido juntarnos 7 Campurrianos y otros tantos amigos de las dos ruedas que
añadirían un toque de novedad y frescura a
nuestro equipo.
Equipo que no tardó demasiado en conjurarse para la batalla, unidos en el parking de
Cercedilla, entonando las primeras pedaladas en las primeras rampas del día que comenzarían a advertir
las diferencias conceptuales que teníamos
sobre nuestro deporte, las 11 personas que recorreríamos la sierra Madrileña a golpe de riñón.
Y así fue, con una división del
peloton en dos, con las fuerzas
equilibradas y con objetivos comunes, seguimos subiendo la primera gran cita
del día. Una rampa de 9 kilómetros y 600metros de acumulado positivo que nos llevarían hasta el mirador Luis Rosales, para inmortalizar en nuestra
retina, imágenes maravillosas, lugares inabarcables
para nuestros sentidos.
Y fue allí donde nos volvimos a juntar efímeramente con el otro grupo, citándonos de nuevo en la cima de la rampa que nos continuaba
desafiando.
Y sin demasiada dificultad llegamos a
los 750metros de acumulado, rodeados de senderistas, de toros salvajes, de
potrillos, de un sin fin de adictos al ciclismo que se juntaban con nosotros,
ambos grupos, para decidir la siguiente parte de la ruta, el siguiente desafio.
Y es que quien organizaba la ruta ya
avisaba que el camino Smith haría de nuestras
delicias. Pedazo de subida técnica,
constante entre raíces y piedras, puro enduro, techno
music del bueno para subir, para mejorar técnica, para superar los límites
establecidos para las monturas de cross country, que a fuerza de pinchazos nos
recordaron la dificultad de la prueba a la que fuimos convocados.
Y es que el día ya nos había colocado en
los1.000 de acumulado cuando llegamos a Navacerrada, allí donde meditamos el siguiente envite, la subida que nos pondría en jaque, el reto que nos haría latir el corazón aún un poco más deprisa. La bola del mundo.
Y así, sin preámbulos, con
firmeza pero con realismo, nos dirigimos a iniciar la subida que nos haría coronar el cielo Madrileño.
Y qué sufrimiento! Y qué emoción! Qué bellos momentos tiene el ciclismo,
que nos hace conocernos a nosotros mismos cuando nos enfrenta ante la
adversidad.
Y así, con ritmos cambiados pero con iguales objetivos, coronaron todos
aquellos que tuvieron valor de enfrentarse a ellos mismos, a la bola del mundo.
Ya nadie nos podrá quitar nunca haber coronado el
techo de Navacerrada.
Y qué bajada nos esperaba!, a 70 por hora bajando por el mismo recorrido
de la subida a la bola, fuimos testigos de como los discos de freno se
quemaban, como olía a pastilla quemada por los
frenazos en las curvas, fue como caer del cielo a la tierra, un castigo divino
que puso a prueba la fiabilidad de nuestros sistemas de frenada.
Y qué ingenuos fuimos! En el pie de Navacerrada nos esperaban nuestros
amigos a golpe de cerveza, guardando fuerzas. Y nosotros que veníamos con piel de conquistador, creíamos que ya no habria mas sorpresas en la jornada, que la fiesta ya había terminado.
Y la música continuó! Con
hardcore del bueno por la trialera whistler. Una bajada de Enduro que daba
miedo, que consiguió sacar los
colores al que escribe, que incluso hizo aterrizar a alguno de los más intrépidos, que nos machacó a casi todos entre saltos,
escalones, ríos, piedras enormes, raíces interminables... que solo consagró a unos pocos menos habituales en los saltos pero hoy muy entonados,
allí donde nos cruzamos con raiders de
Enduro que fliparon con la valía y pericia
de la maquinaria de nuestro equipo, que terminó antes la bajada, inclusive en comparación con sus bicis dobles de 140de recorrido.
Y que tendrá este deporte que en esta bajada nos reconcilió con las cosas sencillas. La que liamos con unos árboles, unas piedras, un río, y
dos ruedas... Increíble!
Y así, magullados, medio perdidos entre senderos, con una sensación de diversión infinita,
terminamos nuestra ruta entrando de nuevo en el pueblo de Cercedilla.
Y como Dios manda, tras despedirnos de
nuestros nuevos, queridos y respetados amigos, nos fuimos a celebrar la hazaña
conquistada, los mejores momentos de la batalla. Comimos y bebimos para
celebrar, que un día más estamos vivos y que el incesante paso del tiempo se lleva mucho
mejor en nuestro mundo, el interminable mundo de los Campurrianos.
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