domingo, 24 de mayo de 2015

Objetivo: Bola del mundo 40 km - 1350+


¡El mundo de los Campurrianos!

Así empezamos Campurrianos, con celo y cierto toque de identidad, a definir nuestra estupenda jornada matinal del Sábado por Cercedilla y sus alrededores.

Y es que el día prometía. Hoy hemos conseguido juntarnos 7 Campurrianos y otros tantos amigos de las dos ruedas que añadirían un toque de novedad y frescura a nuestro equipo.
Equipo que no tardó demasiado en conjurarse para la batalla, unidos en el parking de Cercedilla, entonando las primeras pedaladas en las primeras rampas del día que comenzarían a advertir las diferencias conceptuales que teníamos sobre nuestro deporte, las 11 personas que recorreríamos la sierra Madrileña a golpe de riñón.  

Y así fue, con una división del peloton en dos, con las fuerzas equilibradas y con objetivos comunes, seguimos subiendo la primera gran cita del día. Una rampa de 9 kilómetros y 600metros de acumulado positivo que nos llevarían hasta el mirador Luis Rosales, para inmortalizar en nuestra retina, imágenes maravillosas, lugares inabarcables para nuestros sentidos.

Y fue allí donde nos volvimos a juntar efímeramente con el otro grupo, citándonos de nuevo en la cima de la rampa que nos continuaba desafiando.

Y sin demasiada dificultad llegamos a los 750metros de acumulado, rodeados de senderistas, de toros salvajes, de potrillos, de un sin fin de adictos al ciclismo que se juntaban con nosotros, ambos grupos, para decidir la siguiente parte de la ruta, el siguiente desafio.

Y es que quien organizaba la ruta ya avisaba que el camino Smith haría de nuestras delicias. Pedazo de subida técnica, constante entre raíces y piedras, puro enduro, techno music del bueno para subir, para mejorar técnica, para superar los límites establecidos para las monturas de cross country, que a fuerza de pinchazos nos recordaron la dificultad de la prueba a la que fuimos convocados.

Y es que el día ya nos había colocado en los1.000 de acumulado cuando llegamos a Navacerrada, allí donde meditamos el siguiente envite, la subida que nos pondría en jaque, el reto que nos haría  latir el corazón aún un poco más deprisa. La bola del mundo.

Y así, sin preámbulos, con firmeza pero con realismo, nos dirigimos a iniciar la subida que nos haría coronar el cielo Madrileño.

Y qué sufrimiento! Y qué emoción! Qué bellos momentos tiene el ciclismo, que nos hace conocernos a nosotros mismos cuando nos enfrenta ante la adversidad.

Y así, con ritmos cambiados pero con iguales objetivos, coronaron todos aquellos que tuvieron valor de enfrentarse a ellos mismos, a la bola del mundo. Ya nadie nos podrá quitar nunca haber coronado el techo de Navacerrada.

Y qué bajada nos esperaba!, a 70 por hora bajando por el mismo recorrido de la subida a la bola, fuimos testigos de como los discos de freno se quemaban, como olía a pastilla quemada por los frenazos en las curvas, fue como caer del cielo a la tierra, un castigo divino que puso a prueba la fiabilidad de nuestros sistemas de frenada.

Y qué ingenuos fuimos! En el pie de Navacerrada nos esperaban nuestros amigos a golpe de cerveza, guardando fuerzas. Y nosotros que veníamos con piel de conquistador, creíamos que ya no habria mas sorpresas en la jornada, que la fiesta ya había terminado.

Y la música continuó! Con hardcore del bueno por la trialera whistler. Una bajada de Enduro que daba miedo, que consiguió sacar los colores al que escribe, que incluso hizo aterrizar a alguno de los más intrépidos, que nos machacó a casi todos entre saltos, escalones, ríos, piedras enormes, raíces interminables... que solo consagró a unos pocos menos habituales en los saltos pero hoy muy entonados, allí donde nos cruzamos con raiders de Enduro que fliparon con la valía y pericia de la maquinaria de nuestro equipo, que terminó antes la bajada, inclusive en comparación con sus bicis dobles de 140de recorrido.

Y que tendrá este deporte que en esta bajada nos reconcilió con las cosas sencillas. La que liamos con unos árboles, unas piedras, un río, y dos ruedas... Increíble!

Y así, magullados, medio perdidos entre senderos, con una sensación de diversión infinita, terminamos nuestra ruta entrando de nuevo en el pueblo de Cercedilla.

Y como Dios manda, tras despedirnos de nuestros nuevos, queridos y respetados amigos, nos fuimos a celebrar la hazaña conquistada, los mejores momentos de la batalla. Comimos y bebimos  para celebrar, que un día más estamos vivos y que el incesante paso del tiempo se lleva mucho mejor en nuestro mundo, el interminable mundo de los Campurrianos.


 
 
 
 

 






 

 
 

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