Y es que antes de que sigáis leyendo os pediría, que hicierais click en el siguiente enlace y vierais (probablemente de nuevo) este sublime acto de Quequé en el Club de la Comedia: https://youtu.be/IHzPMx-yo8k
Y es que Quequé demuestra que entiende muy bien lo que es el paso del tiempo, que conoce el imparable ritmo del reloj de la vida, que sabe que la madurez y el envejecimiento, son consecuencias del agotamiento de nuestra juventud, la flor de la vida.
Y lo que también conoce es que cada transformación de nuestros estadios personales (juventud - madurez), no son fruto de la inmediatez, sino de un paso prolongado del tiempo, de una transición, donde los síntomas que la vida nos lanza nos indican el momento vital donde nos encontramos.
Y es que esto me suena, lo veo constantemente reflejado en nuestro equipo y en nuestro deporte.
Y así, haciendo uso de la juventud que atesora nuestra escuadra, 11 valientes Campurrianos decidieron embarcarse en una aventura épica, solo a la altura de la inconsciencia de los menos maduros, de los que aún nos late el corazón con mucha fuerza y energía para bombear sangre a altas temperaturas, para poder encarar el tercer Maratón del Bajo Tietar.
Y es que sangre es uno de los sabores que en la boca la jornada nos iba a dejar en la memoria, en aquellas subidas míticas de Pedro Bernaldo y la Centenera, donde el empuje de la juventud dejaría paso a la inteligencia y saber hacer de la madurez, aquella que nos permite dosificar, guardar para el resto de ruta, optimizar pedalada, mirar a nuestro pulsómetro, comer y beber con la calculadora de la energía consumida.
Y es que energía ayer se liberó de lo lindo. Si se pudiera ver en un mapa de calor la energía que liberaron ayer 1.700 ciclistas por Gredos, las imágenes serían impactantes. Al igual que impactantes fueron los recuerdos inolvidables del paisaje de Gredos, al paso de Candeleda, Arenas de San Pedro, Mombeltran, etc. Auténtica naturaleza viva que nos aceptó ayer en su reino, que nos aportó paz a nuestro alma, para regalarnos un reseteo de nuestro espíritu, por sus infinitos bosques y sendas. Gracias.
Y es que nuestro espíritu dio muestras constantes de la juventud que aún guarda, véase los Campurrianos más intrépidos, luchando contra el crono, apretando los dientes para superarse, o para testar la maquinaría hasta el límite de sus energías. Por no decir que hubo quien a las puertas de una operación de rodilla, no quiso perderse la fiesta. O algún loco que tras una caída fuerte y con secuelas, tampoco quiso ceder ante el envite de uno de los maratones más duros de España. O simplemente de aquellos que venían a descubrir si sus habilidades como ciclistas incluían el aguante de ¡10 horas! encima de la bicicleta.
Y es que eso es juventud, la misma que a dos Titanes que yo me sé, les empujaba para ir literalmente quitando las pegatinas de todas las bicicletas que se encontraban en cada bajada; impresionante, descerebrado, muy arriesgado, muy divertido, muy jóvenes.
Y es que de ellos tengo que seguir hablando, porque hay algo que a veces también pienso que es fruto de la juventud más inmadura, me refiero al hecho de ir en pandilla, en manada. Esto es algo que la madurez apaga, y esto es algo que ayer sentí muy fuerte en la grupeta que supo acompañarse para entrar juntos y compartir gloria en la meta de Candeleda. Ni más ni menos que 6 Campurrianos juntos en manada, cada uno con su papel aceptado, dos lobos Alfas, miuras, que nos volvieron a demostrar que su principal y mejor valor no es la fortaleza, la técnica, la competitividad, sino la humildad, la empatía, la solidaridad, la generosidad. Una vez más sois mis ídolos. Muchas gracias por vuestro liderazgo, la manada llegó con buen humor a donde debía en buena parte por vuestra tutela.
Y es que con buen humor pasamos toda la ruta. Jugamos a los codos y a los sprines con Rubén Torrejon durante muchos kilómetros, cantamos en las cuestas más pronunciadas por María del Monte y su Cántame, o por Rafael y su Gran Noche, o junto con Rubén Maillo, uno de los descubrimientos del año para el que escribe y un perfecto ejemplo de juventud y madurez, que al igual que nuestro martillo pilón, es sin duda uno de los mejores atletas que conozco que son mejor persona, con él cantamos varios títulos de los 80. Por no decir que tuvimos tiempo hasta para bailar house con un Dj que al vernos en uno de los avituallamientos se vino arriba, pero no tan arriba como Pitxi al hacernos "la bola"; inolvidable. Y no se me olvida el Latín Lover Campurriano, que bailando el "Sua-ve-sito" atrajo a una de las chicas voluntarias que no dudó en echarse un baile con él y posar para unas fotos. Si esto no es juventud, que venga Dios y que me diga lo contrario.
Y es que tampoco faltó el otro lado, el de la madurez. Hubo tiempo para hablar de nuestros hijos, de resolver preguntas de los que están empezando como padres o de los que todavía no lo son. Hubo tiempo de explicar nuestra actualidad personal a nuestros compañeros, de charlar sobre aspectos profundos de la vida, de nuestras parejas, de todo lo que además de la bici, nos importa.
Y es que según mi fisioterapeuta, vivimos un momento vital muy exigente en todos los sentidos, él dice que la década de los 30 y 40 suelen ser los mejores años para enfrentarnos a este perfil de pruebas, ya que en general, el momento vital que vivimos es de máxima exigencia. Véase trabajos non stop con gente que se despierta a diario a las 4:00 de la mañana y aún tiene fuerzas para ser competitivo, o algún loco repartidor que con su flota de camiones y con un hijo recién nacido aún tiene ganas de ir conjuntado sobre la bici, o algún súper héroe que con 3 hijos y uno recién llegado de urgencias le quedan ganas de ir a machacarse al Tietar. En general, todos tenemos manada o las tenemos encargada o acabamos de comprarnos una casa, etc, etc, aspectos de la vida que requieren una exigencia máxima sobre nosotros mismos, que sin madurez y tesón serían imposible de acometer. El milagro se encuentra al poder sacar tiempo para poder preparar y completar un reto mayúsculo como el del Tietar. Y no me quiero olvidar que una de estas exigencias de la vida, dejó ayer en la línea de salida a nuestro querido Jesús, que demostrando lo grande que es, se quedó donde debe, cuidando de su manada y disfrutando de su familia. Si esto no es madurez, que venga Dios y que me diga lo contrario.
Y aún tengo innumerables ejemplos de este bello momento vital que estamos viviendo en compañía. ¿Qué es una bici sino un juguete?, pero claro, un juguete que de media en la grupeta tiene un valor de 4.000 € y que solo puede estar al alcance de alguien maduro. Y de eso de que somos muy competitivos pero no ganamos nada. O de que tenemos estilazo bajando, pero nos apasiona más la cerveza del final de la ruta. O de que bajamos a tope, pero las tortas en nuestro cuerpo se tardan en recuperar un montón. ¿Qué somos?. ¿Viejóvenes?, ¿adultescentes?.
Y es que ayer el Gredos ayer nos regaló un montón de felicidad, la misma que muchísimos lugareños quisieron contagiar de forma altruista, recargando nuestro espíritu alicaído tras el duro esfuerzo y la que sin la ayuda de todos esos voluntarios y personas de la organización del Centro BTT BAJO TIETAR no podría haberse alcanzado, en una jornada que sin duda fue un regalo, que por 78 € equipación pro incluidala, no tiene precio. Felicidad que pudimos compartir con nuestras familias que nos aguardaron al final de la ruta o que estaban impacientes esperando el primer mensaje de Victoria.
Y es que desde aquí quiero felicitar a todos los Campurrianos que ayer se dieron cita en Candeleda, por haber sido buenos compañeros acompañando a los que más lo necesitan, por haber ayudado en cada problema o caídas ocurridas en la ruta, por haber aguantado el duro reto, por haberse superado en su primera cita yendo a tope y quedando entre los 400 primeros, por lo que fuere y a todos, por haber conseguido lo que cada uno fuéramos a buscar a Gredos. También agradeceros las palabras de ánimo a todos los demás Campurrianos, que no tuvieron la suerte de acompañarnos; vuestro aliento se suma a nuestras energías, que nunca se os olvide.
Y es que entonces citando a las palabras del maestro Quequé, ¿qué somos?, ¿viejovenes?, ¿adultescentes?, yo lo tengo claro, ante todo somos amigos, somos Campurrianos.
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